Fijman, Jacobo

Fijman, Jacobo

Jacobo Fijman fue, efectivamente, un reconocido poeta argentino que formó parte de la vanguardia literaria en Argentina.

Se destacó en el grupo Martín Fierro, donde estableció vínculos con destacados escritores como Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo. La participación de Fijman en este grupo le permitió interactuar con importantes figuras de la literatura argentina de la época y contribuir al desarrollo de la poesía vanguardista en el país.

Nacido en Urif, Besarabia, Fijman arribó a Argentina en 1902 junto a sus padres, quienes emigraron en busca de oportunidades laborales. Siendo el mayor de tres hermanos, y con tres más nacidos ya en suelo argentino, su familia hizo una breve escala en Buenos Aires antes de trasladarse al sur, donde su padre trabajaba en la construcción de vías férreas en la línea de Río Negro. En 1907, se establecieron en Lobos, lugar donde cursó sus estudios primarios, y desde temprana edad se destacó por su notable destreza en el dibujo. Fijman, una figura tumultuosa y de carácter complejo, abandonó a su familia en 1917 para regresar a Buenos Aires, donde se embarcaría en la carrera de profesorado en francés.

Durante su paso por el Instituto de Lenguas Vivas, Fijman adquirió una sólida formación en filosofía antigua, sumergiéndose en los estudios de griego y latín. Desde temprana edad, cultivó su pasión por el violín y se entregó fervorosamente a los conciertos de música clásica, destacando su admiración por la obra de Arcangelo Corelli. Tras graduarse, incursionó brevemente como profesor en un colegio para señoritas, aunque su trayectoria se vio interrumpida por la primera de sus crisis mentales.

En busca de nuevas experiencias, abandonó su trabajo y hogar, convirtiéndose en un errante por los confines de Argentina y sosteniendo su sustento como músico callejero. Fue durante esta etapa que surgieron sus primeros poemas. Su camino lo llevó al Chaco, donde trabajó como peón por un tiempo antes de regresar a Buenos Aires.

Su apariencia y estilo de vida resultaban provocativos para la época, lo que llevó a su detención por parte de la policía a comienzos de 1921. Sometido a un interrogatorio violento, fue recluido en la cárcel de Villa Devoto. La brutalidad de este trato desencadenó una crisis mental que lo llevó a ser internado por primera vez en el entonces conocido Hospicio de las Mercedes, donde sufrió delirios. Después de seis meses de tratamiento, que incluyeron terapias de electroshock, fue dado de alta.

Tras su intento por recuperarse, Fijman incursionó en el periodismo, comenzando en Uruguay y luego colaborando con Mundo Argentino y la revista de la comunidad judía, Vida Nuestra. Fue gracias a su amigo de la infancia, Carlos Grünberg, que sus primeros poemas fueron publicados en esta última revista. Después de un viaje al Litoral, regresó a Buenos Aires y continuó desempeñándose como periodista.

Fue durante esta etapa que Leopoldo Marechal, impulsor de la revista Martín Fierro, lo invitó a unirse al grupo. En Martín Fierro, Fijman tuvo la oportunidad de conocer a destacadas figuras de la vanguardia local, como Alfredo Bigatti, Girondo, Leopoldo Marechal, José Planas Casas y Antonio Vallejo. Sus poemas y relatos publicados en diversas revistas llamaron la atención, y en 1926 vio la luz su primer libro, Molino Rojo.

Sobre Molino Rojo, Fijman afirmó que «En esta obra se percibe una marcada influencia de la sonata ‘La locura’ de Corelli. Esta sonata se ejecuta en dos formas: ‘El Loco’ y ‘La Loca'(…) Molino Rojo tenía un título que capturaba la atención de los anarquistas y socialistas. El color rojo provocaba una reacción instantánea en ellos. En la ciudad se respiraba un estado de demencia generalizada. Y en Molino Rojo, sin duda, hay una intención que comienza con la demencia…»

Entre los años 1927 y 1928, Fijman emprendió su primer viaje a Europa desde su llegada a las costas argentinas en su infancia. Acompañado por Vallejo, llegó a París, una ciudad en plena efervescencia surrealista, donde tuvo la oportunidad de conocer a destacados poetas del movimiento, como André Breton, Paul Éluard y Antonin Artaud. Aunque compartían afinidades literarias, su inclinación hacia lo místico los distanció. Para compensar esa brecha, Fijman visitaba con frecuencia templos y catedrales, sumergiéndose en la fascinación por la pintura medieval y la iconografía religiosa.

Desalentado, regresó a Argentina sumido en una profunda crisis de fe. Sin embargo, continuó en contacto con la bohemia local y entabló amistad con el pintor Benito Quinquela Martín, coincidiendo con él en el Café Tortoni. Su fascinación por las estampas de santos y las imágenes de la Virgen María fue notable, y por sugerencia de su amigo Mario Pinto, comenzó a asistir a reuniones evangélicas organizadas por los monjes benedictinos. Durante este tiempo, entabló amistad con varios escritores católicos que más tarde alcanzarían cierta fama en la revista Número.

En septiembre de 1929, Fijman publicó su segundo libro, titulado Hecho de estampas, algunos de cuyos poemas habían sido previamente publicados en el periódico La Nación. La obra recibió una cálida acogida por parte de la intelectualidad católica, y Tomás de Lara le dedicó páginas elogiosas en Criterio, el órgano de la progresista comunidad eclesiástica.

El 7 de abril de 1930, Fijman fue bautizado en la fe católica, un paso significativo en su vida. La revista Número, que había publicado sus obras literarias y críticas, anunció la frustrada publicación de San Julián el Pobre, una colección de cuentos que debía ser impresa en la primavera de ese mismo año. A finales de 1930, retomó la enseñanza del francés y logró ahorrar algo de dinero, lo que le permitió embarcarse en un segundo viaje a Europa. En esta ocasión, su objetivo era tomar votos sacerdotales y llevar una vida de penitencia entre los benedictinos en Bélgica. Sin embargo, su amor no correspondido por Teresa, sobrina de Oliverio Girondo, lo atormentaba y se reflejaba recurrentemente en sus obras de esa época.

Gran parte de su producción literaria de esos años se publicó en la revista Número, antes de que viera la luz su tercer volumen de poesía, Estrella de la mañana (et dabo illi stellam matutinam), durante el régimen dictatorial de José Félix Uriburu. Desafortunadamente, Número dejó de existir a lo largo de 1931, lo que sumió a Fijman nuevamente en la pobreza. Para sobrevivir, retomó su antigua práctica de tocar el violín en las calles y en bares, evitando encontrarse con conocidos. En 1933, dos de sus obras fueron publicadas en el periódico La Nación, y en 1934, ARX imprimió su poema Letanía del agua perfecta. Sin embargo, tuvo poco contacto con amigos y familia. Solo la muerte de su madre el 23 de abril de 1934 lo llevó a visitar a sus seres queridos brevemente, antes de desaparecer nuevamente.

Durante este período de escasez y dificultades, Fijman se sumergió en una compulsiva actividad de dibujo, y su voracidad por el conocimiento lo llevó a leer y estudiar de manera intensiva, devorando las obras de los filósofos peripatéticos y escolásticos. Solía frecuentar la Biblioteca Nacional Argentina, donde encontraba refugio y sabiduría, hasta que en octubre de 1942 fue prohibido de ingresar por el director de la biblioteca, Gustavo Martínez Zuviría, quien argumentó que Fijman había mostrado un comportamiento irrespetuoso y violento hacia el personal.

Durante una de sus crisis, Fijman deambuló sin rumbo por la ciudad durante varios días, su conducta errática llamó la atención y la policía decidió allanar el pequeño ático donde vivía sobre la Avenida de Mayo. Al abrir la puerta, los oficiales se encontraron con dos carpetas llenas de apuntes, una caja de lápices, casi un centenar de libros, un peine y una única muda de ropa sucia y en mal estado.

Luego de ser sometido a exámenes que confirmaron su estado de alienación mental, Fijman fue nuevamente confinado en la cárcel de Villa Devoto y, posteriormente, el 2 de noviembre, trasladado al Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda, donde ya no sería dado de alta. En este lugar, fue sometido a brutales tratamientos psiquiátricos que incluían nuevos electroshocks y una constante administración de sedantes.

La siguiente década sería trágica para Fijman, quien estuvo internado en el hospital y luego fue trasladado a la Colonia de Alienados Open Door, donde pasó varios años sin contacto con la realidad. En 1948, apareció retratado en la célebre novela Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, apenas disimulado bajo el nombre de Samuel Tesler, «el filósofo villacrespense». También volvería a ser mencionado en Megafón o la guerra de 1970. Sin embargo, ninguno de sus antiguos amigos se comunicó con él hasta 1952, cuando Osvaldo Dondo, un antiguo colaborador de la revista Criterio, logró que fuera devuelto al Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda y observó signos alentadores de su recuperación. Al año siguiente, el diario Clarín publicó la primera nota sobre Fijman en casi dos décadas.

Con evidentes señales de mejora, Fijman se dedicó con fervor a la pintura y la escritura durante estos años. Más tarde declararía que «entre mi pintura y mi poesía hay una misma mano. Las mismas concepciones». Obtuvo permisos para salir del hospital y se reencontró con antiguos amigos y colaboradores, como Dondo, Lisandro Galtier y Juan Jacobo Bajarlía. A partir de 1958, surgieron nuevas notas sobre Fijman y ese mismo año logró obtener una pensión otorgada por la Sociedad Argentina de Escritores. Para aumentar sus ingresos, se dedicó a la traducción de obras del francés para los psiquiatras del hospicio.

En los años 1962 y 1964, parte de la obra de Fijman fue recopilada en antologías. En 1966, después de más de 30 años, se publicó por primera vez una obra inédita suya, gracias a la colaboración de Galtier en la revista Testigo. Dos años más tarde, otro poema suyo captó la atención del escritor y abogado Vicente Zito Lema, quien entabló amistad con Fijman y se esforzó por obtener su tutela legal, lográndolo en 1969. En mayo de ese año, se lanzó el primer número de la revista Talismán, editada por Lema y dedicada exclusivamente a Fijman, con el subtítulo «poeta en hospicio». Poco tiempo después, la revista Extra, dirigida por Bernardo Neustadt, publicó varias notas del propio Fijman, y su figura volvió a adquirir notoriedad. Durante un tiempo, las revistas de sociedad se interesaron por él, y el poeta recibió invitaciones para publicar y aparecer en los medios. En 1970, cuando fue invitado a un programa cultural en el Canal 7, Fijman causó quizás su último escándalo al declarar públicamente que todos los domingos, durante la misa, los sacerdotes comen «mierda».

Lamentablemente, Jacobo Fijman falleció el 1 de diciembre de 1970 a causa de un edema pulmonar, mientras se encontraba gravemente enfermo. A su velatorio en la sede de la SADE asistieron pocos amigos. En 1985, Abelardo Castillo lo recordaría en la novela «El que tiene sed» como Jacobo Fiksler.

En la actualidad, la figura de Jacobo Fijman ha resurgido en la literatura. En 2021, es personaje central en la novela «Las cuerdas de Jacobo» de Virginia Caramés.

Entre sus principales obras se encuentran:

Molino Rojo, 1926
Poemas, 1985
San Julián el pobre, 1998
Poesía completa, 2003
Obras (1923-69) 1: Poemas, 2005
Romance del vértigo perfecto, 2012

Estas son algunas de las ediciones disponibles actualmente de la obra de Jacobo Fijman.

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