Piquet, Julio

Piquet, Julio

Julio Piquet es un escritor que, aunque nacido en Uruguay —específicamente en la ciudad de Minas, en 1861—, desarrolló su carrera y alcanzó notoriedad, como tantos otros periodistas rioplatenses, en la ciudad de Buenos Aires.

Tras una breve experiencia en medios como La Razón de Montevideo y El Censor de Buenos Aires, se vinculó al entorno de los Mitre y encontró en La Nación el espacio propicio para desplegar su talento.

El ingreso de Piquet a La Nación en 1886 coincidió con el auge del diario como fuerza decisiva en el periodismo y la vida pública argentina. El periódico, ya consolidado en sus convicciones y vínculos, se identificaba con los sectores que definían los grandes temas del país. En aquellos años sería el medio que acogió a Martí; poco más tarde, también a Darío. Todavía conservaba el influjo directo de su fundador, el general Bartolomé Mitre, quien marcaría profundamente el rumbo ideológico y estético de la redacción, y junto a quien Piquet viviría un verdadero aprendizaje en lo político y lo cultural.

En La Nación publicó buena parte de su obra. Una selección de esos textos fue reunida por José Pereira Rodríguez en el volumen XI de la Biblioteca de la Sociedad de Hombres de Letras del Uruguay, bajo el título Julio Piquet: Páginas escogidas (Montevideo, 1955, 120 páginas). No era esta la primera vez que Pereira Rodríguez dirigía su atención al autor minuano: ya había editado un trabajo centrado en Los tiros al aire, difundido tanto en la Revista Nacional como en formato de folleto. Esta antología viene a completar el interés despertado entonces.

Piquet fue, sin duda, un escritor menor en cuanto a ambiciones literarias, pero de gran calidad en su estilo. No toda literatura se sostiene únicamente en sus cimas; y si dejamos a esas cumbres solas, corremos el riesgo de deformar nuestra visión general de la tradición. Desde esta perspectiva, la publicación resulta valiosa y significativa.

Gran periodista, Julio Piquet se destacaba por su versatilidad, aunque su mayor destreza residía en la expresión ingeniosa. Sabía relatar anécdotas con encanto, evocar con hondura y sensibilidad, y tenía un manejo sobresaliente de la tradición aforística. Su estilo se inscribía en aquella herencia francesa de fines del siglo XIX, que permitía tratar asuntos serios y hasta complejos con ligereza en el tono y naturalidad en el gesto. Seguramente fueron autores como France o Gourmont quienes orientaron sus preferencias.

Alguien —acaso Gide— afirmaba que el periodismo es todo aquello que mañana será menos interesante que hoy. Muchos libros pretenciosos responden a esa definición. Sin embargo, gran parte de lo que escribió Piquet conserva su frescura y potencia.

Sus Charlas gastronómicas, redactadas en su madurez (1927), son un claro ejemplo de su talento gustativo. En alguna ocasión intentó, como él mismo decía, ser “el Guillaume Apollinaire de la gastronomía”. Pero los resultados fueron más bien clásicos: basta leer su receta del fainá (p. 42). También en esos textos encontramos pasajes memorables, como una bella evocación íntima del general Mitre (p. 34), surgida a partir de una reflexión sobre el ajo, o anécdotas que revelan su sentido del humor, como la respuesta médica ante una consulta maternal:
—»Dígame, señora, ¿el niño toma bien el pecho?»
—»¡Pero doctor! ¡Como si fuera una persona mayor!»

Varias de sus evocaciones —mezcla de retrato y autobiografía— alcanzan gran profundidad. Las dedicadas a Gourmont, Rubén Darío y Florencio Sánchez resultan imprescindibles. Detrás del Piquet jovial y vitalista, había otro más introspectivo y sombrío. Esa faceta aparece en Tiros al aire, una obra que contiene aforismos de notable calidad. Algunos podrían figurar, sin perder dignidad, al lado de los de Chamfort o del reflexivo Joubert. El contenido de Tiros es variado, aunque hay pasajes excepcionales. Por ejemplo:
CCVIII. “No hay indignación más sincera ni más ridícula que la del capitalista que se enfrenta con obreros que le exigen nuevos aumentos. —¿A dónde quieren llegar estos insensatos? —protesta—. ¡Pero, señor! ¡Quieren llegar a ser tan locos como usted!”
CDLXV. “La falla más grave de la educación laica es que no enseña a morir.”

Cada página escrita por Piquet ofrece un valor, y el hombre que las firmó, también. Representa a un tipo humano y cultural típico del cambio de siglo. Figuras como Eugenio Garzón o, sobre todo, Antonio Bachini pueden ubicarse en esa misma tradición: periodistas brillantes que luego ocupan lugares de relevancia en la política o en la diplomacia, sin abandonar del todo su origen en la prensa. Cínicos, amantes de los placeres, escépticos pero esencialmente dignos, estos personajes encarnaron una forma de vivir y convivir refinada, cálida y estimable.

Esta edición de los textos de Julio Piquet supera con creces las versiones anteriores publicadas en la misma colección. Y es, muy probablemente, un indicio de la continuidad y del alto nivel que Pereira Rodríguez ha logrado imprimirle a este proyecto editorial.

Entre sus principales obras se encuentran:

Los tiros al aire, 1930
Charlas gastronómicas, 1927
Julio Piquet: Páginas escogidas, 1955

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