Parra, Violeta
Violeta del Carmen Parra Sandoval, una destacada figura en el ámbito artístico, se hizo reconocer como una célebre folclorista sudamericana y difusora de la música popular de su nación. Dentro de la ilustre familia Parra, su nombre completo resonó con fuerza.
Su legado enriqueció de manera invaluable la cultura chilena, dejando una huella perdurable. Su labor ha sido fuente de inspiración para numerosos artistas contemporáneos, quienes continúan su noble misión de preservar las raíces musicales de las zonas rurales de Chile y las expresiones auténticas del folclore latinoamericano. Sus melodías han sido reinterpretadas tanto por talentos locales como internacionales. En honor a su nacimiento, cada 4 de octubre se celebra el «Día de la música y los músicos chilenos».
Ha habido cierta controversia en cuanto al lugar de nacimiento de Violeta Parra. Según la Fundación Violeta Parra, se afirma que la destacada folclorista vino al mundo el 4 de octubre de 1917 en San Fabián de Alico, una localidad situada al este de San Carlos. Sin embargo, la Municipalidad de San Carlos, en su sitio web oficial y en un cartel a la entrada de la ciudad, se atribuye como «la cuna de Violeta Parra». Incluso la casa ubicada en la calle El Roble #531-535 fue declarada monumento histórico en 1992, ya que se cree que allí nació la cantante. En 2013, Isabel Parra, presidenta de la institución en honor a su madre, respaldó la casa de San Carlos al afirmar que esta sería una sucursal de la fundación en el sur.
Violeta Parra fue hija de Nicanor Parra Parra, maestro de escuela y músico (guitarrista y violinista), y de Rosa Clarisa Sandoval Navarrete, modista, tejedora y cantora campesina.
La situación económica se complicó aún más tras el fallecimiento de su padre en 1929. En 1932, Violeta se trasladó a vivir a Santiago, invitada por su hermano mayor, el futuro antipoeta Nicanor Parra, quien estudiaba allí. Aunque retomó sus estudios en la Escuela Normal de Niñas, no se sentía a gusto, ya que su verdadera pasión era el canto, no la escuela. Por esta razón, abandonó los estudios y comenzó a cantar en bares, fincas de recreo y pequeñas salas de barrio junto a su hermana Hilda.
En 1935, su madre y hermanos se unieron a ella en Santiago y se establecieron juntos en la comuna de Quinta Normal. Fue en 1937 cuando Violeta dio inicio a su carrera artística en el restaurante El Popular, ubicado en Avenida Matucana #1080. Allí, junto a sus hermanos Hilda, Eduardo y Roberto, interpretó boleros, corridos, cuecas, rancheras y tonadas. Posteriormente, también se presentó en El Tordo Azul, ubicado enfrente. Durante sus actuaciones, Violeta tuvo la oportunidad de conocer a Luis Cereceda Arenas, un obrero ferroviario de la Estación Yungay, con quien contrajo matrimonio un año después. Juntos, tuvieron dos hijos: Isabel (1939) y Ángel (1943), quienes se destacaron como músicos y adoptaron el apellido materno al incursionar en el ámbito artístico. Cereceda, afiliado al Partido Comunista, introdujo a Violeta en la actividad política, y ambos participaron activamente en la campaña presidencial de Gabriel González Videla en 1946. A lo largo de su matrimonio, Violeta y Cereceda vivieron en diferentes lugares, como Llay-Llay, Valparaíso y Santiago, donde Violeta siguió siendo una persona inquieta y creativa, cantando en los muelles del puerto, apareciendo en programas de radio y formando parte de un grupo teatral. La vida artística de Violeta generaba tensiones constantes en su relación con Cereceda, quien anhelaba una familia más convencional y una esposa más sumisa. Finalmente, se separaron en 1948.
En 1947, Violeta formó el dúo de música folclórica conocido como Las Hermanas Parra junto a su hermana Hilda, lo cual les brindó una fuente de ingresos. En 1949, nació su hija Carmen Luisa Arce Parra, quien lamentablemente falleció en Bruselas en 2007. En ese mismo año, Violeta contrajo matrimonio con Luis Arce Leyton, padre de la niña, un talentoso mueblista y tenor de ópera. En 1952, llegó al mundo su hija Rosa Clara, quien falleció dos años después. Durante ese período, Violeta también lanzó sus primeros discos en colaboración con su hermana Hilda, bajo el sello RCA Víctor. Estas grabaciones incluían canciones populares chilenas como «El Caleuche», «La cueca del payaso» y «La viudita». El dúo Las Hermanas Parra se mantuvo activo de manera constante hasta 1952.
A principios de la década de 1950, Violeta Parra emprendió una extensa labor de recopilación de tradiciones musicales en diferentes barrios de Santiago y en todo el país. Durante estas exploraciones, tuvo la oportunidad de conocer a destacados poetas, como Pablo Neruda y Pablo de Rokha. Fue su hermano Nicanor quien la alentó a defender con autenticidad la música chilena, desafiando los estereotipos prevalecientes en ese momento. A través de este proceso, su repertorio, que anteriormente se basaba en boleros, canciones españolas, corridos mexicanos y valses peruanos, se transformó en una expresión de las canciones más tradicionales del campo chileno. Esto le permitió descubrir los valores de la identidad nacional de una manera única, como ningún otro artista lo había logrado antes. Su dedicación a la recopilación de canciones se plasmó en un vasto repertorio de más de tres mil composiciones, que se recopilaron en el libro «Cantos folclóricos chilenos» y en sus primeros discos en solitario, lanzados por EMI Odeon.
En 1953, Violeta grabó los exitosos sencillos «Casamiento de negros» y «Qué pena siente el alma», los cuales se convirtieron en dos de sus canciones más reconocidas. En 1954, mantuvo su propio programa de radio, titulado «Canta Violeta Parra», en la Radio Chilena, y recibió el Premio Caupolicán como folclorista del año, lo cual le brindó la oportunidad de ser invitada a un festival juvenil en Varsovia, Polonia. Durante ese viaje, también aprovechó para recorrer la Unión Soviética y otras partes de Europa. Su estadía en París resultó especialmente enriquecedora, ya que allí grabó sus primeros álbumes de larga duración, como «Guitare et chant: chants et danses du Chili» (1956), que presentaba exclusivamente canciones recopiladas del folclore chileno. El éxito que obtuvo en Europa fue sin precedentes para cualquier artista chileno, y Violeta se vio inundada de inspiración y creatividad. Fue en París donde recibió la devastadora noticia del fallecimiento de su hija Rosa Clara.
En 1957, Violeta Parra regresó a Chile y en noviembre se trasladó a Concepción junto a sus hijos Ángel y Carmen Luisa, contratada por la universidad de esa ciudad. Fue allí donde fundó, al año siguiente, el Museo Nacional del Arte Folklórico. Posteriormente, regresó a Santiago.
Durante este período, lanzó cuatro discos bajo el sello EMI Odeon: «Canto y guitarra» (1957), «Acompañada de guitarra» (1958), «La tonada» y «La cueca» (ambos de 1959). Estos álbumes presentaban algunas de sus primeras composiciones. En ellos, Violeta demostraba su preocupación por temas sociales a través de canciones como «Yo canto a la diferencia». También se destacaba como una hábil creadora de décimas y composiciones poéticas, como en «Verso por desengaño». Además, musicalizaba poemas, como en «Cueca larga de los Meneses», escrita por su hermano Nicanor. Estos discos fueron grabados con un acompañamiento mínimo de una guitarra de madera. En la actualidad, estos álbumes están fuera de circulación, al igual que «Toda Violeta Parra» (1961) y «Violeta Parra en Argentina» (1962).
Además, Violeta Parra expandió su actividad artística en diversas disciplinas. Trabajó en la creación de cerámicas, pinturas al óleo y arpilleras, presentándolas en las primeras ediciones de la Feria Chilena de Artes Plásticas en 1959 y 1960. También se involucró en un museo de arte popular y folclórico que ella misma impulsó en la Universidad de Concepción. Posteriormente, recorrió casi todo Chile, ofreciendo cursos de folclore y realizando recitales.
En 1961, Violeta viajó a Argentina y se estableció en General Pico, donde residió en la casa de la familia del gobernador, Joaquín Blaya. Durante su estadía en La Pampa, cantó en la peña «El Alero» y brindó cursos de folclore, cerámica, pintura y arpilleras. También viajó a Buenos Aires, donde expuso sus pinturas y se presentó en la televisión y en el Teatro IFT. Durante este período, grabó un LP para EMI Odeón, que posteriormente fue prohibido y no se distribuyó. En junio de 1962, en la capital argentina, se reunió con sus hijos Ángel e Isabel, así como con su nieta Tita. Juntos, se embarcaron hacia Helsinki, Finlandia, para participar en el VIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.
Después de su participación en el festival en Finlandia, Violeta Parra continuó su periplo por diversos países. Recorrió la Unión Soviética, Alemania, Italia y finalmente se instaló en París, Francia. En la ciudad de la luz, se presentó en el Barrio Latino y ofreció recitales en el prestigioso Teatro de las Naciones de la UNESCO. También tuvo apariciones en radio y televisión junto a sus hijos. Durante este período, no solo se dedicó a la música, sino que también incursionó en otras formas artísticas. Bordó arpilleras y creó esculturas en alambre, dejando su huella artística en múltiples disciplinas. En 1962, grabó una serie de canciones para el sello Arion, que posteriormente se recopilaron en distintos álbumes.
Además de impulsar la carrera musical de sus hijos Isabel y Ángel Parra con el disco «Au Chili avec les Parra de Chillán» (1963), Violeta continuó con sus propias grabaciones. Lanzó el LP «Recordando a Chile (una chilena en París)», grabado entre 1964 y 1965. Este álbum incluyó dos canciones compuestas y cantadas en francés, así como otros temas emblemáticos de su carrera, como «Paloma ausente» y «Arriba quemando el sol». Fue una etapa llena de nostalgia, como se puede apreciar en canciones tan emotivas como «Violeta ausente». Durante este período, Violeta se mantuvo conectada con su legado y sus raíces, plasmando su amor por Chile a través de su arte.
En 1964, Violeta Parra alcanzó un hito histórico al convertirse en la primera latinoamericana en exponer individualmente una serie de sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre. La muestra, titulada «Tapices de Violeta Parra», fue un logro significativo en su carrera artística. En ese mismo año, también escribió el libro «Poesía popular de Los Andes», y la televisión suiza realizó un documental sobre ella titulado «Violeta Parra, bordadora chilena». Durante este período, Violeta estableció una sólida relación con el antropólogo y musicólogo suizo Gilbert Favre, quien se convirtió en el gran amor de su vida. Vivieron juntos en Ginebra, compartiendo su tiempo entre Francia y Suiza. Favre fue el destinatario de algunas de sus composiciones más importantes relacionadas con el amor y el desamor, como «Corazón maldito», «El gavilán, gavilán» y «Qué he sacado con quererte», entre muchas otras.
En esta época, Violeta Parra también creó textos más combativos. Canciones como «Miren cómo sonríen», «Qué dirá el Santo Padre», «Arauco tiene una pena» y «Según el favor del viento» se convirtieron en la base de un movimiento musical conocido como la Nueva Canción Chilena. Estas canciones fueron recopiladas en numerosas ediciones de «Canciones reencontradas en París», consolidando su relevancia en el panorama musical y social de Chile.
En junio de 1965, Violeta Parra regresó a Chile. El 17 de diciembre de ese mismo año, en la esquina de la avenida La Cañada con Mateo de Toro y Zambrano, en la comuna de La Reina, estableció una gran carpa con la intención de convertirla en un importante centro de cultura folclórica. Junto a sus hijos Isabel y Ángel, así como a los destacados folcloristas Rolando Alarcón, Víctor Jara y Patricio Manns, entre otros, tenía el sueño de crear un espacio donde se pudieran impartir cursos de folclore chileno durante el día y realizar peñas por la noche, con la visión de establecer una «Universidad nacional del folclore». Sin embargo, a pesar de su entusiasmo y esfuerzo, la respuesta del público no fue tan favorable y el proyecto no tuvo el apoyo esperado.
En este período, Violeta Parra también experimentó el final de su relación con Gilbert Favre, quien se marchó a Bolivia en 1966. Esta experiencia personal dio lugar a una de sus canciones más conocidas, «Run Run se fue pa’l norte». Violeta viajó a La Paz para verlo y se enteró de que él se había casado. Es importante aclarar que hay un mito urbano que atribuyó la depresión de Violeta a un amor no correspondido por el cantante Pedro Messone, pero él mismo ha desmentido esta afirmación, señalando la diferencia de edad entre ellos. Además, se ha mencionado que la última pasión romántica de Violeta fue el músico uruguayo Alberto Zapicán y no Messone, aunque esta información no es ampliamente conocida.
En 1966, Violeta Parra lanzó el disco «Las últimas composiciones», grabado junto a sus hijos y Alberto Zapicán. Esta obra es considerada como su obra maestra y su testamento musical, exhibiendo de manera excepcional su maestría y madurez artística alcanzada. El álbum incluye himnos humanitarios como «Gracias a la vida», interpretada por artistas como Mercedes Sosa, Raphael y Pedro Vargas, y «Volver a los 17», cantada por Joan Manuel Serrat, Milton Nascimento, Franco Simone y muchos otros. Además, contiene otras canciones importantes y reconocidas, como «El rincón del angelito», «Pupila de águila», «Cantores que reflexionan» y «El Albertío», esta última dedicada a Zapicán.
A pesar de su éxito artístico, Violeta Parra atravesaba momentos de profunda tristeza. Según Margot Loyola, ella le habría confesado: «Uno, comadre, tiene que decidir el momento de su muerte… Yo decidiré el momento en que quiero morir». Después de al menos tres intentos fallidos de suicidio, en febrero de 1967, a los 49 años de edad, se quitó la vida con un disparo en la cabeza en su carpa en La Reina, a las 17:40 horas. En su última carta, dirigida a su hermano Nicanor, escribió, entre otras cosas: «Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres». La noticia de su muerte impactó profundamente a Pablo Neruda, quien expresó: «De cantar a lo humano y a lo divino, voluntariosa hiciste tu silencio, sin otra enfermedad que la tristeza». Se instaló una capilla ardiente en su carpa y su funeral se llevó a cabo dos días después. Violeta fue enterrada en un nicho de la galería 31 del Cementerio General de Santiago. Posteriormente, sus restos fueron trasladados cerca del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político en el mismo cementerio, y en 2018 se construyó una plazoleta alrededor de su sepultura, como un reconocimiento a su legado.
Es cierto que resulta paradójico que Violeta Parra, autora de «Gracias a la vida», un himno a la existencia, haya decidido quitarse la vida un año después de escribirla. Algunos críticos de su obra perciben en la letra, en el estilo de musicalización, en los tonos utilizados y en la monotonía de sus temas una expresión de su estado de ánimo depresivo y consideran la canción como una despedida.
Después de su muerte, Violeta Parra fue honrada póstumamente con la medalla Gabriela Mistral en 1998, en reconocimiento a su invaluable contribución a la música y a la cultura chilena.
Violeta Parra dejó un legado musical importante, incluyendo una gran cantidad de material inédito que ha ido saliendo a la luz después de su fallecimiento. Sus décimas autobiográficas, grabadas con su propia voz, fueron recopiladas en un LP editado por Alerce en 1976 y posteriormente ampliadas en «Décimas y centésimas». En 1999, Warner Music Chile lanzó el concierto que ofreció en Ginebra, titulado «Violeta Parra en Ginebra», así como sus peculiares «Composiciones para guitarra». Estas publicaciones permiten apreciar aún más la riqueza y diversidad de su obra.
Un aporte invaluable de Violeta Parra a la música fue su dedicación al rescate y preservación de la tradición musical chilena. Su trabajo se destacó en diversos géneros y expresiones, incluyendo el canto a lo divino con canciones como «El rincón del angelito» y «Verso por una niña muerta». Además, fue una defensora y difusora del lamento mapuche, como se puede apreciar en su emblemática canción «Qué he sacado con quererte». Violeta también mostró un profundo compromiso con la exploración y promoción de instrumentos tradicionales chilenos, como el guitarrón.
No podemos olvidar su dedicación a representar y transmitir la riqueza musical del norte de Chile, con canciones que capturan la esencia y la identidad de la región. Sin embargo, su impacto no se limitó solo al ámbito musical. Violeta fue una artista con una gran sensibilidad social, y esto se reflejó en canciones como «Mazúrquica modérnica», «Rodríguez y Recabarren» y «La carta», entre muchas otras. En estas composiciones, abordó temas relevantes de su tiempo y compartió su visión crítica sobre la realidad social y política, dejando una huella perdurable en la música chilena y latinoamericana.
Reconocimientos
Violeta Parra ha sido honrada con numerosos reconocimientos en Chile y en diferentes partes del mundo. Algunos de ellos incluyen:
Estatuas y esculturas: Se han erigido estatuas y esculturas en su honor en lugares como la Plaza de Armas de San Carlos, la plaza de Los Poetas en Chiguayante, la plazoleta en la comuna de La Reina, entre otros.
Mosaicos y murales: En la calle Lastarria en Santiago, se encuentra un mosaico que representa el rostro de Violeta Parra creado por el dúo MUSA.
Espacios públicos: En distintas comunas de Santiago y otras ciudades de Chile, se han dedicado plazas, parques y plazoletas con el nombre de Violeta Parra, como la Plazoleta Violeta Parra en el Cementerio General de Santiago, el Parque Violeta Parra en Lo Espejo, el Parque de las Artes Violeta Parra en Valparaíso, entre otros.
Centros culturales y de salud: Se destacan la Casa de la Cultura Violeta Parra en Cerro Navia y el Centro de Salud Familiar Violeta Parra S. en Pudahuel, ambos en Santiago.
Calles y avenidas: En todo Chile existen más de 600 calles con el nombre de Violeta Parra registradas en OpenStreetMap.
Reconocimiento internacional: En la ciudad de Mar del Plata, Argentina, se encuentra el Escenario Violeta Parra en la Plaza del Agua. Asimismo, en Trappes, Francia, se inauguró el Jardín Infantil Violeta Parra, y en Onex, Suiza, se creó la Plaza Violeta Parra en 2022.
Homenajes científicos: Dos científicos descubrieron una nueva especie de araña nativa y la nombraron Osornolobus violetaparra en honor a la folclorista chilena.
Estos reconocimientos son muestra del impacto duradero y la influencia que Violeta Parra ha tenido en la cultura, la música y el legado artístico tanto en Chile como en el extranjero.
Violeta Parra fue una destacada cantautora y folclorista chilena, pero su legado también abarca la literatura. A continuación, se mencionan los libros escritos por Violeta Parra:
«Cantos folklóricos chilenos»: Es una recopilación de más de tres mil canciones del folclore chileno. Fue publicado en forma de libro y es considerado una obra fundamental para el estudio y la preservación de la música tradicional chilena.
«Poesía popular de Los Andes»: Este libro recopila décimas, poemas y composiciones poéticas de Violeta Parra. Es una muestra de su talento literario y su habilidad para expresar sentimientos y reflexiones a través de la palabra escrita.
Además de estos libros, Violeta Parra dejó una amplia colección de escritos y correspondencia que aún se está investigando y publicando. Su legado literario complementa su obra musical y artística, brindando una visión más completa de su genialidad y su aporte a la cultura chilena.
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