Cid, Teófilo
Teófilo Cid Valenzuela (Temuco, 27 de septiembre de 1914 – Santiago, 15 de junio de 1964) destacó como un renombrado poeta y literato chileno, conocido por ser el iniciador del grupo surrealista Mandrágora.
Su progenitor desempeñó un rol en la administración de Ferrocarriles del Estado, lo que llevó a su familia a transitar de urbe en urbe por las tierras del sur del país. Valdivia, Osorno, Talca, Concepción, además de su ciudad natal, Temuco, conforman el recorrido que forjó su infancia y adolescencia, mientras se entregaba a juegos y expediciones en las laderas del cerro Ñielol.
Sus años de educación secundaria los transcurrió en el Liceo de Concepción y también en el Liceo de Talca. En esta última institución, compartió aulas con Braulio Arenas y Enrique Gómez Correa, quienes más adelante serían sus compañeros en la creación de Mandrágora, el grupo literario que daría que hablar.
En el año 1932, se alzó con el máximo galardón en los Juegos Florales realizados en Talca gracias a su poema titulado «La celebración que nos fue negada».
En 1933, decide establecerse en Santiago. Inicialmente, se adentra en los estudios de Derecho, si bien no logra completarlos. Luego, se adentra en el ámbito de la pedagogía de la lengua española. Durante este período, desempeña su labor como empleado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, alcanzando incluso el puesto de subdirector de protocolo.
En 1936, asume la posición de director de contenido en el periódico La Nación.
En 1938, surge un hito importante cuando Enrique Gómez Correa, Braulio Arenas, Jorge Cáceres y Teófilo Cid colaboran en la creación del movimiento surrealista La Mandrágora.
Con el triunfo en las elecciones del representante del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, se integran a la prominente Generación del 38 en Chile. Este grupo abarca a una gran cantidad de colegas literarios como los renombrados escritores Nicomedes Guzmán (1914-1964), quien comparte las mismas fechas de vida que Teófilo Cid, Juan Godoy (1911-1981), Francisco Coloane (1910-1964), Maité Allamand (1911-1996), Andrés Sabella (1912-1989), Gonzalo Drago (1906-1994), Carlos Droguett (1912-1996), Eduardo Anguita (1914-1992), Volodia Teitelboim (1916-2008), Miguel Serrano (1917-2009), Gonzalo Rojas (1917-2011) y muchos otros notables.
En el año 1942, ve la luz su obra «Bouldroud», un libro que el propio autor define como una colección de relatos impregnados de elementos oníricos.
En 1949, su pluma se une a las páginas del semanario Pro-Arte y al ya desaparecido periódico La Hora, en los cuales contribuye con una serie de artículos.
En el año 1952, lanza al público la novela «El tiempo de la sospecha», una obra en la que adopta un enfoque crítico para analizar el régimen de Carlos Ibáñez del Campo durante los años 1927 y 1931.
En 1954, sale a la luz «Camino del Ñielol», un extenso poema de mil versos en el que el autor manifiesta su desviación del surrealismo y su mayor afinidad con el creacionismo de Vicente Huidobro.
El año 1955 lo encuentra participando en el ámbito radiofónico como orador en las emisiones de «Cruz del Sur», una revista hablada auspiciada por la Radio Sociedad Nacional de Minería.
Para el año 1960, Teófilo Cid asume el rol de secretario técnico en la Sociedad de Escritores de Chile, contribuyendo activamente en la organización y gestión de esta entidad literaria.
En el año 1961, se alza con el máximo galardón en la categoría de teatro en el certamen Juegos Literarios Gabriela Mistral, organizado por la Municipalidad de Santiago. Su obra inédita, «Alicia ya no sueña», coescrita en colaboración con Armando Menedin, se hace acreedora de este reconocimiento. Tres años después, la misma municipalidad emprende la publicación de este libro, solidificando así su legado creativo.
En 1963, es honrado con el Premio Nacional del Pueblo en la comuna de San Miguel, como tributo a la totalidad de su producción poética.
Lamentablemente, el 15 de junio de 1964, Teófilo Cid trasciende en el pensionado del Hospital José Joaquín Aguirre, dejando un vacío en el ámbito literario.
En el año 1976, Alfonso Calderón lleva a cabo la recopilación de las crónicas escritas por Cid y publicadas en medios como La Nación, La Hora, Pro-arte y Alerce, entre otros. Estas recopilaciones se reúnen bajo el título sugestivo de «¡Hasta Mapocho no más!», reafirmando la influencia continua de su trabajo en el panorama literario.
Entre sus principales obras se encuentran:
Bouldroud, 1942
El tiempo de la sospecha, 1952
Camino del Ñielol, 954
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