Aymará, Dionisio

Aymará, Dionisio

Dionisio Aymará, seudónimo de Jorge Azaf, eligió dos civilizaciones muy distantes en el tiempo para sintetizar con su nombre de poeta aquello que deseaba transmitir. Nació en la ciudad de San Cristóbal, el 23 de Abril de 1928.

Es uno de los más grandes poetas venezolanos de la segunda mitad del siglo XX y su creación poética es basta y excepcionalmente rica.

Se mantuvo siempre alejado de los grupos poéticos de vanguardia de Venezuela, como también se abstuvo de participar en premios y concursos literarios.

Desde temprana edad manifestó una personalidad bien definida, caracterizada por su timidez, reserva, modestia, introspección, humildad, sencillez y una concepción especial de la amistad y la vida familiar. Era imperturbable y carecía de ambiciones. Desde joven adoptó el seudónimo de DIONISIO AYMARA para evadir las constantes reprimendas debido a su bajo rendimiento en las asignaturas de matemáticas, química y física, materias con las que siempre tuvo dificultades. Inició sus primeras publicaciones poéticas en periódicos como Vanguardia, Diario Católico, El Centinela y algunas revistas locales, respaldadas por el vibrante movimiento literario y musical de San Cristóbal, impulsado por destacados poetas como Manuel Felipe Rugeles, Pedro Pablo Paredes, Rafael María Rosales, Juan Beroes, Manuel Osorio Velasco, Elio Jerez Valero, Ferrero Tamayo, Cesar Casas Medina, así como músicos como Conrado Galcio, Alberto Flamini, Guglielmo Morelli, Luigi Fusilli, Luis Felipe Ramón y Rivera, Kamaratosky, entre otros. Dicho entorno cultural se sustentaba en instituciones como el Salón de Lectura, la Escuela de Música, el Liceo Simón Bolívar, la Escuela Normal y numerosos grupos aficionados a las bellas artes.

Jorge, bajo el seudónimo de Dionisio Aymará, ya publicaba poemas en periódicos y revistas especializadas extranjeras, donde, sin lugar a dudas, es más reconocido que en nuestro propio país. A los 17 años, ya había leído varios libros de la literatura clásica, incluyendo a poetas griegos, latinos y árabes. Leía hasta altas horas de la noche y su colección desordenada de libros, heredada de nuestro padre, incluía las obras más destacadas de los grandes escritores franceses y españoles. Amante de la buena música, Beethoven, Bach, Mozart, Schubert y Hayden eran sus compañeros inseparables. Aymará tocaba la guitarra, instrumento que perfeccionó con frecuentes lecciones impartidas por Leopoldo Igarza y otros virtuosos, aunque, debido a su aversión a los escenarios, no se presentó como músico en público. Asistió a algunas entrevistas radiales, las cuales solían concluir con la lectura de sus poesías más selectas.

Aunque no pertenecía a grupos literarios, mantenía correspondencia con numerosos escritores extranjeros, entre los cuales se pueden mencionar a Germán Pardo García, Pablo Neruda, Gerardo Diego, Juan de Onis, Nicolás Guillén, Rafael Alberti, Alfonso Reyes, entre otros.

Tras concluir sus estudios de bachillerato y ante el cierre temporal de la Universidad Central de Venezuela, se vio en la necesidad de continuar su formación en Bogotá, donde logró obtener su título de abogado. No obstante, esta profesión siempre fue motivo de conflicto para él, a pesar de que en Caracas, la única ciudad donde ejerció tras validar su título, gozaba de cierto prestigio gracias a su agudo criterio jurídico y, sobre todo, a su habilidad para expresarse con maestría en los escritos legales. Como abogado, solía asumir casos en defensa de los más desfavorecidos, especialmente en el ámbito del derecho civil y laboral. Contrajo matrimonio con Mélida Zárate, pero no tuvieron descendencia. Nunca se afilió a ningún partido político ni ocupó cargos públicos.

A lo largo de su trayectoria, recibió varios premios y reconocimientos a los cuales asistía principalmente motivado por sus amigos. Algunas de sus obras han sido traducidas al francés, inglés, griego, vasco, chino, portugués y catalán. Dionisio Aymará fue, sin duda, uno de los más destacados promotores de la cultura venezolana en el extranjero. Para tal fin, mantenía columnas regulares en periódicos especializados de diferentes países del continente, donde presentaba la obra de numerosos escritores y los eventos culturales de Venezuela. Un ejemplo notable es su sección «Los Hechos y la Cultura de Venezuela», publicada durante muchos años en la revista «Nivel» de México.

La mayor parte de la obra poética de este autor está compuesta por dieciocho libros de poesía, con títulos como «Mundo Escuchado», «Clamor hacia la luz», «El corazón como las nubes», «Horario de Vigilia», «Escúchanos, Libertador», «Sonatas», «Aconteceres del alucinado», «Viendo la noche», «En última instancia», «El Testigo», «Escrituras Terrestres», «Todo lo Iracundo», «La Ternura y la cólera», «Aprendizaje de la Muerte», «Nocturnos de Lázaro», «Huesped del Asombro» y «Vivir y Otros Enigmas». Además, existe un número indeterminado de poemas inéditos y publicados en diversos medios de difusión de ideas. Una selección de estas obras fue publicada inicialmente por la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses en dos ediciones, bajo la acertada dirección del poeta Paredes. Asimismo, cabe mencionar que existen ensayos inéditos y dispersos, cuya cantidad resulta casi imposible de determinar.

Aymará incursionó en el cuento, aunque en esencia su dedicación se concretó a la poesía. En el ámbito de la narrativa, conocemos los titulos correspondientes a cuentos con una extensión limitada, a saber: «Arniches o la Pasión de quererlo hacer todo», El Cuatro de la tia Mónica», «La Hora en Punto», «Atardeceres con Lucía» y «El Viento galopa sobre las Tinieblas». La obra de Aymará tiene en comun el magistral manejo que hace del idioma.

Del fondo de la narrativa de Aymará, surgen algunas características que le imprimen a cada cuento un toque especial y definido. En «Arniches o la Pasión de quererlo hacer todo» se destaca el sentido sarcástico, la bondad del personaje central, la sátira política y la confusión final. «El cuatro de la tia Mónica» es un cuento que despierta la imaginación. la tenacidad y la desesperanza, cuando la tía no puede conquistar a su maestro de música, ni aprender ésta. En el tercer cuento, prolifera una serie de fenómenos psicologicos en el personaje central y su entorno, la cual invita a despejar los desequilibrios mentales presentes en él. «Atardeceres con Lucía» es un cuento rebosante de romanticismo y ternura, en el cual el cuentista, como aficionado a los placeres de la mesa, le rinde tributo a la gastronomía china. El último de estos cuentos «El Viento galopa sobre las Tinieblas» define cierta fisonomía propia de los pueblos de esta parte del Continente. Así, se expone la amistad apuntalada por el vicio, el sentido machista, la influencia de las superticiones y el profundo sentido religioso.

Por el contrario la temática de su poesía hizo especial referencia a la vida, el destino del hombre, la naturaleza, el amor, la justicia, la ternura, la protesta, la cólera y la muerte. Con esta última se reunió el 21 de Noviembre de 1999, cuando se apagó para siempre. Su obra perdurará en el tiempo y en el espacio.

Entre sus principales obras se encuentran:

Poemarios:
Mundo Escuchado, 1956
Clamor hacia la Luz, 1959
El corazón como las Nubes, 1959
Horario de Vigilia, 1960
Escúchanos Libertador, 1961
Sonatas, 1963
Aconteceres del Alucinado, 1964
Viendo la Noche, 1965
En Ultima Instancia, 1966
El Testigo, 1966
Escrituras Terrestres, 1967
Todo lo Iracundo, 1975
La Ternura y la Cólera, 1977
Aprendizaje de la Muerte, 1978
No Soy del Coro, 1980
Nocturnos de Lázaro, 1986
Huésped del Asombro, 1986
Vivir y Otros Enigmas, 1996
Huésped del Asombro, 2000

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