Fox, Marcelo

Fox, Marcelo

Marcelo Fox, ya sea visto como un prodigio o un excéntrico, hizo su entrada en el escenario artístico de Buenos Aires desafiando las convenciones académicas establecidas.

Durante sus días como estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, fundó un grupo que buscaba liderar el centro de estudiantes: el MOCO (Movimiento Opositor Contra Otros). A partir de entonces, abrazó una estética impregnada de nihilismo y sarcasmo, contrastando con la enseñanza clásica recibida de autores que, de todas formas, influirían en su trabajo de manera transversal.
En la universidad, entabló una amistad con Alberto Laiseca, su compañero de aventuras nocturnas y diurnas por los bares de Buenos Aires, donde las redes sociales se entrelazaban y la vida se desenvolvía en una Argentina sumida en la dictadura, aún sin haber sido compuesta la canción «La balsa» de Los Gatos. «El bar Moderno atrajo y congregó las excentricidades dispersas de la ciudad», describieron Matías Raia y Agustín Conde de Boeck en su obra «Vida, trayectoria y sorpresas de Marcelo Fox», un estudio profundo sobre esta enigmática figura que representaba «un enigma arrojado a las puertas del vacío».

Todos sus amigos del Moderno eventualmente tuvieron acceso al primer texto público de Fox: una pieza teatral en prosa que declamaba en voz alta desde su libreta. Aunque el título se ha desvanecido en la memoria, la trama involucraba a monjas y sacerdotes en festines lascivos. Este relato se perdió entre los recuerdos embriagados, al igual que la mayoría de sus escritos: su viuda recorrió cada librería de Buenos Aires en busca de sus obras publicadas y manuscritos inéditos para luego quemarlos.

Fox debutó en el ámbito literario con la publicación de dos obras: «Invitación a la masacre» en 1965 y «Señal de fuego» en 1968. Sin embargo, como era de esperar, solo se pueden encontrar copias piratas de estas obras. Los investigadores de «Vida, trayectoria y asombros de Marcelo Fox» llevaron a cabo una exhaustiva búsqueda en archivos, rastreando entre anuncios culturales y escaneos de folletos para descubrir algunos de sus escritos en las efímeras revistas Opium y Mantrana. Aunque ambas publicaciones tuvieron una corta vida, proporcionaron un refugio para los bohemios del absurdo que comprendían que el statu quo no podía ser transformado desde dentro: la disidencia debía surgir desde los márgenes.

En la historia literaria argentina, hay períodos de oscuridad, y Marcelo Fox representa uno de ellos. No obstante, dentro de este recuerdo difuso, persisten la violencia, el misticismo y una fascinación por lo tabú que justifican mantener su legado vivo. A diferencia de la imagen refinada y pulcra de los escritores de principios del siglo, Fox pertenecía a una generación donde la extravagancia estaba vinculada a la marginalidad: así fue como vivió sus últimas experiencias, encarnando una filosofía que lo oscilaba entre la genialidad y la necedad. Trágicamente, falleció atropellado por un tren en 1972. Nunca se molestaba en mirar a ambos lados antes de cruzar la calle o las vías del tren: siempre desafiaba a sus amigos, asegurando que podía atravesar la Avenida 9 de Julio de un solo paso.

Han pasado más de cincuenta años desde su fallecimiento, y sin embargo, surge la pregunta: ¿por qué los sellos editoriales aún no han publicado su obra ahora que está libre de derechos de autor? ¿Acaso nadie se atreve a abordar la incorrección de un hombre porteño de hace medio siglo? Sus escritos, dispersos en blogs digitales o en fotocopias maltrechas, siguen resonando. Fox comprendía que para mantener una conciencia tranquila, bastaba con el resto de la sociedad; él, por su parte, se dedicaba a difundir ideas con las que muchos pueden identificarse, pero desde una enajenación vehemente. Son pocos los autores de los que se puede decir lo mismo.

Entre sus principales obras se encuentran:

Invitación a la masacre, 1965
Señal de fuego, 1968

Obras

Did you like this? Share it!

0 comments on “Fox, Marcelo

Comments are closed.